A la orilla de Garrincha (Magazine)

Soy capaz de imaginármelo. Una ventana deja ver el campo de entrenamiento. Junto al campo, al que bañan los rayos de sol de la mañana chilena, permanece un grupo de hombres, conversando amistosamente. Uno de ellos, aunque no ostensiblemente, cojeaba mientras observaba a varios niños detrás de la verja que separaba el recinto. Manuel Francisco, Mane, como lo llamaban, se acerca a verlos jugar con un vetusto e improvisado balón. Mane siempre prefirió a los niños que las charlas entre adultos. Siempre prefirió la bola a las palabras. Porque en ese instante en el que el balón era disputado, ese hombre zambo, de baja altura, de complexión fuerte y de apariencia torpe, se convertía en un ídolo de masas. Dejaba atrás los vicios, la cojera y el barrio. Dejaba atrás sus penurias y sus miedos. Dejaba atrás hasta su nombre, para ser el homónimo de un rápido pájaro del Mato Grosso. Este sujeto, ya no era Mane, era Garrincha.

Es 29 de mayo de 1962 y Mane Garrincha camina por el campo ajeno a lo que mañana pasará en el estadio de Sausalito, en Viña del Mar. Se enfrentará contra México, en el primer partido del mundial de Chile 1962 para el combinado carioca. Garrincha aún recuerda cuando los médicos le dijeron que no sabían si podría caminar, debido a sus malformaciones, o cuando el psicólogo de la selección, una eminencia en su campo, se refirió a él como una persona débil, incapaz de ser eficiente en un deporte colectivo como es el fútbol. Mane sabía que el fútbol era algo complicado para todo el mundo, algo difícil e importante. Pero no para él. Mane ejecutaba sus jugadas con facilidad. Hacía lo que sabía… y sabía mucho. Jugar era divertido y consideraba el juego como tal… un juego. Una excusa para divertirse dentro del campo y sentir el reconocimiento de la gente, aunque eso, a él le importaba menos e incluso, en ocasiones, le intimidaba. Ni él sabe que en ese año 1962, pasaría a ser un mito. Que dejaría a todos impresionados por echarse el equipo a la espalda tras la lesión de un buque insignia como Pelé. Ahí nace la verdadera historia del mito de la «alegria do povo». Pero eso es otra historia…

Hoy, 9 de diciembre de 2014, no voy a jugar ningún partido mañana… y a la vez sí. En poco tiempo, sale a la calle el trabajo de mucho tiempo y de grandes personas. Sin duda, es un proyecto que nace con ilusión y bajo la premisa del respeto y de las ganas de aprender viendo y contando. Nace hoy con la intención de cuidar las historias como cuidaba Garrincha la pelota. Tomamos su nombre queriendo ilusionar como sus jugadas y honrar su figura como el honró el fútbol que admiramos. Hoy, con los deberes hechos y con gran ilusión, os presentamos Garrincha Magazine. Un espacio para contar historias, nada más.

Grandes historias que rodean a una pasión llamada fútbol.

Bienvenidos.